Las nuevas caras de la censura

Las ciudades son acumuladores de memoria. Calvino las definía como “el tiempo aprisionado en el espacio” y, a la vez, son laboratorios de creatividad e innovación. El ecosistema cultural de la ciudad debe responder a estas dos dimensiones, conservar y poner en valor el patrimonio acumulado, pero a su vez facilitar los espacios y recursos para que no se estanque el caudal de creatividad. Son importantes los museos y archivos, los teatros y auditorios, pero cada vez más, como en la ciencia, son necesarios laboratorios y espacios de creación, lugares donde experimentar, probar y equivocarse. La ciudad es siempre museo y laboratorio, su pasado está inscrito en sus calles y su vitalidad en el ir y venir de sus ciudadanos.

Por eso, en el Ministerio de Cultura no solo nos preocupa la censura a un autor o a una de sus obras, algo que está protegido por el derecho a la libertad de expresión, sino también la cancelación de espacios que son laboratorios de creación individual y colectiva. Es un ataque al derecho a la participación cultural y, además, disminuye y cercena la potencia de nuestro ecosistema artístico, creativo y cultural.



Hace apenas unas semanas, el Ayuntamiento de Zaragoza anunció la cancelación de la programación cultural y de residencias artísticas de Etopia durante un concierto de Tarta Relena. El dueto catalán, mientras tanto, eran las protagonistas del último Tiny Desk, el famoso formato musical de la NPR, la radio pública de Estados Unidos, por el que han pasado Taylor Swift, Sting o Dua Lipa. Etopia ha sido durante años un espacio de investigación en el cruce entre arte, innovación y tecnología digital. Uno de los referentes españoles asociados al ZKM de Karlsruhe o al Ars Electronica de Linz. Uno de los hornos donde se cuecen las vanguardias de este siglo XXI en España.  

Unos días después, el mismo Ayuntamiento de Zaragoza anunciaba que el espacio Harinera ZGZ, hasta ahora gestionado por colectivos vecinales y sociales, se convertiría en un centro completamente gestionado por el consistorio, desahuciando de facto a asociaciones como el Colectivo Llámalo H, y acabando con uno de los principales centros de cultura comunitaria en nuestro país. Si uno de los focos de nueva creatividad es el cruce entre arte ciencia y tecnología, el otro es cuando las prácticas artísticas se mezclan con la participación social. Por Harinera pasan más de 25.000 usuarios anuales, aloja una escuela de música, es residencia de unos cuantos colectivos artísticos, combina una programación variada e innovadora y la asociación de vecinos es uno de sus pilares. Como Etopia, Harinera es una referencia nacional e internacional, y durante años ha sido la sede de la Red de Espacios y Agentes de Cultura Comunitaria en España.

Es por todos estos motivos que la pasada semana, desde el Ministerio de Cultura, nos reunimos con los equipos de ambos proyectos, en una serie de encuentros que tenían como objetivo entender la situación, conocer todos los detalles, explorar soluciones. Asimismo, también nos comprometimos a dialogar con el Ayuntamiento para tratar de revertir o paliar unas pérdidas que nos preocupan mucho en términos culturales, buscar vías alternativas para poder mantener programas y actividades, y seguir así visibilizando que el camino de hacer callar las voces más inquietas, quitarles espacios y recursos, es un ataque a los derechos culturales pero, sobre todo, algo que nos empobrece culturalmente como sociedad.